A veces el uso del lenguaje y la viralidad de determinadas expresiones que se emiten, la mayoría de las veces sin mala intención, se convierten en un arma de doble filo. Corremos el riesgo de frivolizar, romantizar o, aún peor, autodiagnosticarnos, en base a lo que recibimos de las redes sociales.

Esto contribuye a diluir las vivencias de personas que tienen un problema de salud mental y es síntoma de las dinámicas de patologización de la vida diaria en que nos encontramos.

Os invito a leer estos dos artículos, (Pincha sobre los enlaces):

“No te oigo, estoy disociando”: por qué un trastorno mental se ha convertido en un meme.

No necesitamos “influencers”, necesitamos psiquiatras.